Una experiencia es algo provechoso en la medida que desde ella se produce cambios en
nuestro pensamiento, los cuales nos constituyen como individuos, pero esto no quiere decir que
este proceso sea fácil o siempre agradable. Conforme Dewey (2008) “hay en cada experiencia
un elemento de padecimiento, de sufrimiento en sentido amplio, de otra manera no habría
incorporación de lo precedente” (p. 48) y es precisamente en este movimiento de incorporación
de una experiencia a otra que podemos llegar a conocer otras posibilidades de ser nosotras y
nosotros mismos. Para Larrosa (2003):
se trata de mantener siempre en la experiencia ese principio de receptividad, de apertura,
de disponibilidad, ese principio de pasión, que es el que hace que, en la experiencia, lo
que se descubre es la propia fragilidad, la propia vulnerabilidad, la propia ignorancia, la
propia impotencia, lo que una y otra vez escapa a nuestro saber, a nuestro poder y a
nuestra voluntad. (p. 04)
Este entendimiento le da al término experiencia la idea de algo vivo y en constante
transformación. Tener experiencias no significa hacer muchas cosas, es algo mucho más
complejo. Según Dewey (2008) “una experiencia tiene modelo y estructura, porque no es
solamente un hacer y un padecer que se alterna, sino que consiste en éstos y sus relaciones” (p.
51), pero esto no quiere decir que haya una definición de los criterios a seguir para tener una
experiencia. Hay que saber sentir. Para Bauman (2007 a) “la “experiencia artística” nace, ante
todo, de la temporalidad del acontecimiento y, sólo en un segundo momento (en el supuesto de
haya segundo momento) del valor extra-temporal de la obra de arte” (p. 21), porque la
experiencia está vinculada en primer lugar a la situación que la desencadenó. Pero esta primera
experiencia puede servir como motivador para otra experiencia. De acuerdo con Dewey (2008)
“el trabajo real de un artista consiste en construir una experiencia coherente en la percepción,
mientras se mueve cambiando constantemente en su desarrollo” (p. 59) y desde esta perspectiva,
la investigación artística nos permite, en cualquier momento, estar repensando y analizando el
proceso creativo con la intención de observar si necesitamos o no hacer cambios en las tareas
que estamos llevando a cabo.
A través de una obra de arte es posible, hasta cierto punto, expresar experiencias. Pero tan
potente como la obra de arte en sí, son las experiencias que atraviesan la persona artista durante
su proceso creativo de investigación. De acuerdo con Dewey (2008) “toda obra de arte sigue el
plan y el modelo de una experiencia completa, haciéndola sentir más intensa y
concentradamente” (p. 60), porque, por ejemplo, al reflexionar sobre una experiencia vivida
anteriormente, las personas artistas ya están permeadas por otras experiencias. Moreno Montoro
et al. (2016) hablan “de una generación de conocimiento del conocimiento, es decir, de una
manera en la que operamos mentalmente con el arte, que parte de la experiencia” (p. 29), de ahí
que el proceso de investigación se convierte en parte de una experiencia diferente que busca
producir conocimientos, lo cual es una parte esencial de un estudio académico.