Editorial

  • Alicia Martínez Herrera

Resumen

Lo bueno de que el arte no sea precisamente dogmático, rígido ante la disciplina, estricto en cuanto a ciertas premisas, es que permite hacer un tipo de investigación más libre, que se nutre de cuantas disciplinas o saberes le son oportunos y que toma como punto de partida la experiencia, lo empírico y el positivismo. Es por ello que las metodologías, técnicas, procesos artísticos y resultados finales son de lo más variopintos; no obstante, tienen en común una parte esencial: utilizar el arte como medio o lenguaje para teorizar y expresar nuevos entendimientos y descubrimientos. Confirmarnos, por si fuera necesario, que el arte, o la investigación basada en las artes, es una herramienta fundamental para el conocimiento en general, ya que nos permite acercarnos a la realidad con nuevas perspectivas e ideas más frescas. Y porque, además, a menudo, abarca conocimientos que desde otro tipo de investigaciones se ignoran, e interconecta saberes que, desde otras disciplinas, son tomados de forma aislada. Es más, como es sabido, desde la Ilustración sujeto y objeto son radicalmente separados en la labor investigadora, y éste es otro de los rasgos diferenciadores para con la investigación basada en las artes, donde sujeto y objeto frecuentemente son la misma persona, lo que procura que las experiencias y datos recabados emanen de una fuente primaria y absolutamente directa: el investigador se convierte en el investigado en un proceso de exploración y autoexploración que puede tener que ver con multitud de cosas: técnicas, materiales, cuerpo, territorio, identidades, procesos cognitivos, creatividad y expresión, etcétera. Se imprime, por tanto, en la investigación basada en las artes, un carácter multidisciplinar que incluye a la antropología, la sociología y la etnología entre otras. Asimismo, este tipo de investigación también se usa en entornos educativos, fundamentalmente en la búsqueda de nuevos procesos de aprendizaje y transmisión del conocimiento a través del arte o las prácticas artísticas, en un afán de cambiar métodos y contenidos en un sistema educativo tan marcial como el nuestro. Se trata, en otras palabras, de dejar pensar y hacer al alumnado, y que, de esta manera, los procesos cognitivos y de aprendizaje manen de uno/a mismo/a pero también a través de una construcción colectiva en la que todas y todos intervienen. Y esto se extrapola a otros ámbitos como comunidades terapéuticas, hospitales, víctimas de violencia de género, asociaciones y, en general, cualquier grupo o grupos sociales en los que la práctica artística puede ser el motor de la sanación, la conexión entre personas, el respeto por el medioambiente y otras tantas cosas. Los artículos que se pueden leer en este ejemplar son muestra de todo lo que se viene relatando, puesto que parten de la investigación basada en las artes para arrojar luz y nuevos conocimientos y procesos en varios casos particulares, en los que queda patente cómo el arte, y así la investigación que mana de él y de las prácticas artísticas, es un método científico tan válido como cualquier otro, pues aporta datos, comprobados desde la experiencia, que generan nuevos discursos del saber. Eso sí, todo ello, sea dicho, de un modo o con un método mucho más ecléctico.

Publicado
2019-11-25
Cómo citar
Martínez Herrera, A. (2019). Editorial. Revista Afluir, (2), 8-9. Recuperado a partir de https://www.afluir.es/index.php/afluir/article/view/21
Sección
Editorial